La palabra Bullying (intimidación) se ha popularizado debido a los innumerables casos de persecución y de agresiones que se han detectando en las escuelas. Las estadísticas indican que uno de cada diez niños puede haberse sentido hostigado o intimidado durante diversos períodos de tiempo.
El Bullying se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, adoptadas por uno o más estudiantes contra otro (u otros). Se trata de un acoso sistemático que se produce reiteradamente en el tiempo a través de conductas agresivas ya sean verbales o físicas, por parte de uno o varios acosadores a una víctima, o mas de una.
Quienes deben soportar este tipo de agresiones comienzan al cabo de poco días a presentar algunas alteraciones en su comportamiento a las debemos estar atentos: cambios repentinos en el comportamiento del niño, encerrarse en su habitación, tristeza, falta de deseo de jugar y reír, falta de deseo de ver a sus amigos y marcado temor previo a irse a la escuela son comportamientos que pueden alertar sobre la presencia de un episodio de acoso escolar. En este sentido la imagen que pueden llegar a tener estos niños sobre sí mismos se torna muy negativa, llegando a creer que no son competentes desde la perspectiva académica y social. En los casos más graves no se creen merecedores del cariño de su familia.
¿Cómo debemos actuar si tenemos la sospecha de que nuestro hijo sufre de acoso escolar?
Si el niño muestra algunos de los cambios redactados previamente es importante tratar de hablar con él para determinar cuál es el motivo. En caso de que el niño confiese sentirse acosado, hay que reforzar su autoestima y apoyarlo, haciéndole saber que no es culpa suya.
– Aunque sabemos que es una situación difícil de manejar debemos mantenernos serenos y tranquilos, y en ese contexto generar un espacio de apertura para escuchar al niño.
– Evitar sentimientos de culpa por no habernos dado cuenta antes.
– Bajo ningún concepto debemos mostrar una actitud violenta con la escuela o el agresor.
– Apoyar y acompañar al niño denunciando la situación en la escuela inmediatamente.
– De ser necesario solicitar apoyo psicológico.
La intervención temprana de la institución escolar suele ser muy efectiva poniendo fin a partir del mismo momento en que se denuncia. Luego de esto comienza el trabajo de la restitución de la confianza del niño en el cual debe haber una intervención coordinada entre la institución educativa y los padres. El trabajo en casa consistirá en reforzar la confianza en sus capacidades mientras se favorece la interacción con otros niños. Será necesario hablar sobre lo sucedido más de una vez con lenguaje claro, con la intención de alivianar las ideas negativas sobre sí mismo que se hayan podido generar.
En este sentido debemos prestar especial atención a los comentarios casuales del niño sobre su capacidad, percepción de su físico y características personales, con el objetivo de ayudarlos a pensarse en forma saludable desde la aceptación.
En muchos casos el cese del hostigamiento, junto a las conversaciones con el docente y los padres suele poner fin a la situación sin generar consecuencias largo plazo. Luego de denunciada la situación debemos permanecer atentos a la desaparición progresiva de las conductas que nos alertaron.